Este artículo nace de la
necesidad de estudiar los modos de habitar contemporáneos centrándome en la
figura de la mujer joven nómada
contemporánea y viviéndolo desde mi propia persona. Los modos de habitar han
variado con el tiempo y esto es algo que la arquitectura ha ido reflejando en
periodos de tiempo. La investigación, aunque se basa en un modo de habitar en
particular, no busca cerrase a este sino abrir la mente a la diversidad de
modos que pueden existir.
Centrándome en la capacidad de
acumulación e incorporación a lo temporal del ser humano y descubriendo
su dimensión histórico-social,
no simplemente social, la
casa deja de entenderse solo como lugar de confianza donde permanecer a salvo de la intemperie donde el ser humano
tiende a sustraerse hacia sí mismo, lo deja bajo cobijo, lo alimenta y lo
sostiene. Comienza a ser el lugar donde se congrega lo más preciado para las
personas, su intimidad, sus recuerdos, sus sueños,…. En tal sentido la casa y
el ser humano se afirman como dualidad.
La creación de estos ambientes reflexivos de identidad
es dada por la arquitectura, que ha de tener a la persona como principal mira
en la realización de proyectos.
Apoyándome en
algunos estudios teóricos, como el realizado por un antropólogo sobre la
evolución de la habitación de los adolescentes a lo largo de la historia,
haciendo un análisis del modo de habitar mi casa y un listado de todos los
objetos que poseo he llegado a la conclusión de que todas las personas
necesitan hacerse eco de un ambiente propio que les caracterice de los demás. Por
lo que este trabajo no es más que un seguimiento de como toda persona podría
habitar de forma diferente el mismo espacio, invadiendo lo público y creando su
porción de espacio introduciéndolo de este modo a la historia.