Una casa encierra, nos acerca a las cosas, acentúa nuestra capacidad de intervenir sobre ellas, dominándolas. En lugar de esta contención y cierre arquitectónico habituales las intervenciones de Matta-Clark permitían una abertura, de este modo un despliegue de estos “gestos deconstructivos que invocaban la dialéctica negativa del deshacer” (1)
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La casa es así un dispositivo de memoria, extrae de cada habitante sus pensamientos inconscientes y les da cuerpo: entidades fantasmáticas nacidas de los recuerdos, que resurgen en el presente, y que se producen como un intento de vincularnos a ella, de acercarnos. Pero la memoria le ha sido enajenada. Los edificios son entidades fijas en la mente de la mayoría. La idea de un espacio mutable es tabú […]
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