lunes, 17 de febrero de 2014

El mito de BUZZ

Hay una historia desconocida en el alunizaje del Apollo 11, y no estoy hablando de que fuera falso, les estoy hablando de  Edwin Eugene Aldrin, Junior, el segundón de Neil Armstrong.

Eran tres los tripulantes de la nave aquel día de julio del 69, Armstrong, Collins y nuestro protagonista, Aldrin. El mes de duración del viaje fue algo incómodo, dejando de lado el hecho del angosto espacio y lo raro que era comer bolas flotantes de comida, la tensión entre los tres tripulantes de la nave acrecentaba por momentos, pues aun no se sabía quién sería el primer hombre en pisar la luna. Y este no era un hecho a la ligera. El pueblo de Wakaponeta, Ohio, el cual vio crecer a Armstrong, había instalado una costosa pantalla gigante en el centro de la plaza.

La novia de Michael Collins por su parte, le esperaba ardientemente en casa con un montón de velas y pétalos de rosa. Todo el tinglado fue muy descabellado por su parte, en primer lugar porque Collins era el piloto de la nave, y  por tanto no podía abandonarla en ningún momento. En segundo lugar, el mes de espera a la aparición del alunizaje en televisión, hicieron que la casa, y la chica, ardieran en llamas.

Edwin Aldrin también tenía sus grupis, los octogenarios del geriátrico del Nueva Jersey, compañeros del abuelo de Aldrin, la única familia que le quedaba tras el accidente que costó la vida a su familia, y del cual nunca quería acordarse.

Pues bien, las semanas pasaban y nadie quería sacar el espinoso tema que incluía las palabras “pisar”, “luna”, “astronauta archifamoso”, y ese tipo de consideraciones. Finalmente, para terminar con la tensión, decidieron que se haría a cara a cruz, pusieron las cartas sobre la mesa y le dijeron a Collins que era inviable que él dejara la nave en ningún momento. El lanzamiento de moneda se llevaría a cabo justo antes de abrir la puerta, y la mano inocente sería el pobre Collins.

Por fin llegó el anhelado 20 de julio de 1969. Aldrin y Armstrong estaban mordiéndose las uñas apretujados en el LEM, o módulo lunar, parte de la nave encargada del alunizaje, que se desprendería de la nave principal llegado el momento. Aldrin empezaba ya a roer el puño de su traje espacial. Toda su vida pasaba delante de él, su infancia en el campamento espacial, la trágica pérdida de sus padres y su hermana, y los largos entrenamientos en el simulador estelar. El silencioso clima se rompió cuando Armstrong decidió ir a ver a Collins a la central de mandos ciberespacial, para ver cuánto quedaba. A la vuelta le dijo a Aldrin que aún faltaban unas cuatro horas, y que debía ir a comprobar el ensamblaje del LEM con la nave principal, ya que Armstrong decía haber oído un zumbido a la vuelta la nave principal.
Aldrin se dirigió a realizar su tarea, y mientras comprobaba los fusibles, escuchó un estruendo que venía de la parte delantera del módulo lunar. De pronto, el Apollo 11 empezó a tambalearse y los ventiladores se pusieron en marcha. ¡Estaban tocando tierra y Armstrong no le había avisado! Aldrin salió corriendo para atrapar a su colega pero cuando llegó a la cabina principal la puerta ya estaba abierta.
La palanca de abertura en caso de emergencia estaba accionada, y Neil Armstrong gozaba de la ingravidez en el exterior. Edwin, aún perplejo, se asomó por la puerta. Al verle Armstrong empezó a gritar: “Buzzer! Buzzer!” (zumbido en inglés) en burla. La ira invadió por unos instantes a Aldrin, pero se le paso rápido, pues recordó un capítulo de su infancia. Pertenecía a los primeros años de su hermana, cuya primera palabra fue “buzzer”, por no poder pronunciar bien “brother”. Estos entrañables momentos con su hermana consiguieron dominar al astronauta, hasta el punto que bajo de la nave, caminó hacia su antagonista, y le bailo el “no rompas mas” de Coyote Dax. Y con las mismas se subió a la nave dispuesto a emprender el viaje de vuelta. Le hizo dos malas fotos desde la ventana, por cumplir, y se abrochó el cinturón de seguridad.

Cuando volvieron a pisar tierra firme, Aldrin le dijo a Armstrong que no contaría nada, no por temor a las represalias, sino porque sentía lastima por él, y consideraba que si había llegado a el punto de hacer algo tan temerario y mezquino, realmente tendría que ser quien figurara en las portadas de las revistas, pues su alma ya estaba corrompida.
Edwin por su parte, se autoimpuso el mote de Buzzer, y cambió legalmente su nombre, Edwin Eugene, a Buzz en 1988. Se hizo un nombre en la industria del cine, con numerosas apariciones en westerns y poniendo voz a dibujos animados, como Buzz light year, al que como ya habréis adivinado, dio el nombre también.



Buzz Aldrin es un ejemplo de valentía. Y no solo por formar parte de la primera tripulación que llega a la luna (y vuelve), este tipo de valentía requiere de preparación física y mental. La valentía que a mí me interesa es la que le llevó a enfrentarse a sus miedos, a sus recuerdos traumáticos de infancia, la valentía que le impulsa todos los días a levantarse y decir, soy buzz, un buzzer, un tipo que perdió la oportunidad de ser el primero en pisar la luna, y qué importa, estuve allí, me he rehecho a mí mismo, y ahora soy feliz, siendo el segundón, con un nombre anónimo y haciendo lo que me gusta. Armstrong se hizo mundialmente famosos por su “hazaña”, hizo varias giras por Estados Unidos y Europa contando su historia y animando a niños a seguir su ejemplo. Sin embargo, la verdad le atormentaba todas las noches, y cayó en la bebida pues ya no tenía razón para despertarse pues había cumplido el sueño de su vida, y no tenía ni gente con quien celebrarlo, ni nueva metas. Lo importante de esta historia es que al final ¡la vida es de los valientes! Y los honestos además la disfrutan.

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