lunes, 10 de febrero de 2014

Ficción

En el futuro, 

todo lo que pueda hacer una máquina, lo hará una máquina.


Como apunta Toyo Ito en sus escritos sobre El pao de las muchachas nómadas de Tokio “El concepto de casa para ella está desperdigado por toda la ciudad y su vida pasa mientras utiliza los fragmentos de espacio urbano en forma de collage”. Este es mi punto de partida para determinar que todas las necesidades de una persona joven como María, se pueden encontrar en toda gran ciudad.

Ya en la casa los electrodomésticos han estado sustituyendo al trabajo manual desde hace unas décadas hasta hoy. En lugar de cocinar en un cazo de barro, se usaba la termomix, y ahora en lugar de eso, se usa el teléfono para reservar en un restaurante. El teléfono móvil, el ordenador, el gps, etc, son los nuevos electrodomésticos, los electrodomésticos de la ciudad, los instrumentos electrónicos que nos sirven para llevar a cabo de forma más sencilla y cómoda nuestras tareas del hogar, hogar que ahora es la ciudad.
Por tanto, la pérdida de contacto con lo real, lo tangible, lo humano, se ha llevado a otra escala, haciéndolo más incontrolable.
Con el tiempo, en las grandes ciudades encontramos que la vivienda se reduce al conjunto de actividades que únicamente se pueden realizar en el hogar, como en occidente se puede entender que es dormir y la higiene íntima. El comer y el relacionarse con otras personas se puede llevar a cabo en cualquier lugar de la ciudad. En las grandes ciudades de Europa y sobretodo en Asia, encontramos que la ciudad incorpora equipamientos suficientes para que el hogar se convierta únicamente en el lugar donde están tus cosas. Y teniendo en cuenta que todo lo que necesitamos se puede encontrar en un ordenador, las situaciones en las que es necesario ir a casa disminuyen.

Dado que para toda situación aparece un intermediador electrónico, la relación persona-ciudad se posiciona en un espacio virtual, frio, convirtiendo a las personas en máquinas, con un objetivo y un racionamiento concreto.

Mi posicionamiento ante esta situación, es que todo ciudadano necesita retomar la relación cuerpo a cuerpo con la ciudad, y así con el resto de ciudadanos y consigo mismos. María, como arquitecta, tiene que ser más consciente que la mayoría de personas de esta situación. Necesita entenderla y a la vez poder superar algunos de los puntos.
Si tiene o no que cambiar esta situación que está desarrollándose, es un punto de controversia que me interesa y frente al cual me posiciono para desarrollar el proyecto.
Me interesa para este “encargo” la arquitectura que incorpore la ciudad en el propio programa de la casa, de modo que no sea únicamente un instrumento que utiliza, ya que lo necesita y lo debe cuidar. Este punto incorpora una componente económica importante, pues se podría entender que el dinero que ahora te ahorras en la ampliación de la cocina, por ejemplo, ya que comes fuera todos los días, podría ser dinero no únicamente invertido en lo que pagas por esa comida, que ya tiene un precio incrementado respecto a lo que pagarías por la comida en el mercado, sino también invertido en mejorar ese restaurante, o ese parque en el que comes el menú para llevar.

Tratando de la misma manera las alusiones teóricas y de la praxis de las ciudades, tanto como el desarrollo sin pausa de estas y la búsqueda de una solución para el problema que planteo, me gustaría llegar a crear un espacio de no-ciudad que tenga como marco o fondo la ciudad. A lo largo de mi aprendizaje en la escuela de arquitectura a menudo me he visto tentada a dejarme llevar por la lírica y las palabras complejas que nadie entiende. Me causó especial interés el artículo publicado en La ciudad viva, El lenguaje de los arquitectos; e interesándome más por el tema llegué a la conclusión de que si realmente la arquitectura es para las personas, debería ser explicada por personas y para personas, no por máquinas que tratan de hacer las palabras más largas para complejizar la ecuación, pues como dijo el amado Mies, algunas veces less is more. En el blog de Stepien y Barno explican este fenómeno de la siguiente manera: El filósofo Daniel Innerarity en un congreso celebrado, hace tiempo, en Vitoria afirmaba que “los filósofos cogen la realidad que todo el mundo entiende y la complican de tal forma que cuando la vuelven a contar nadie sabe de lo que están hablando”. Pues con algunos arquitectos, quizás ocurra algo muy parecido. A muchos, les encanta hablar de metalenguajes y de hibridaciones de la complejidad post estructuralista.”

A este respecto encuentro inspiración en el trabajo de Toyo Ito en el Pao, de Archigram en el Suitaloon, y de Andrés Jaque en la techno-geisha. En mi día a día mediante los objetos analógicos encuentro una relación más cercana objeto-persona. Entendiendo analógico como lo no-tecnologico.

Entiendo, por tanto, que María necesita un lugar de relación, un espacio que reúna estos objetos/ sensaciones/ hábitos analógicos que no se pueden ni podrán reemplazarse por la tecnología.

¿Será un lugar de disfrute de las cosas analógicas?  



Me planteo como reto programático encontrar qué puntos de la vida son sustituibles por la tecnología y cuáles no, para terminar, con suerte, creando un objeto de diseño o espacio o lugar de relación, donde encontrar lo analógico irremplazable.

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