jueves, 20 de marzo de 2014

En muy pocas palabras

Mi casa: ciudad y necesidades.

Vaciar la casa para llenar la ciudad.
Reducir los equipamientos de la casa para usar los de la ciudad.
Abrir la casa para darla a la ciudad.
Que la ciudad entre en la casa.
Que la casa salga de la casa.
Que no haya casa.
Que la casa no son sus cosas.
Que la casa es la persona.
Que la persona no necesita cosas.



No necesitamos en la casa nada que la ciudad nos pueda dar.
Necesitamos en la casa nuestras cosas. 
Las cosas para ser quienes somos.
Nuestras cosas se reducen a nuestras cosas inmediatas, de dos semanas.
Necesitamos en la casa intimidad.
La intimidad es silencio.
La intimidad es ruido.
Es ver gente pasar.
Es que no te reconozcan.
La intimidad es bailar.
Es estar con amigos, sólo, o ser dos.
Es poca luz.
La intimidad es sexo.
Es leer.
Es abstracción y sobrecogimiento. 



Doy espacio al almacenaje y a la intimidad.
Algunas de estas cosas necesitan muebles.
La necesidad del mueble es mínima.
Una lámpara es una bombilla.
Un sofá son varios cojines.
Los acabados no importan. Son superfluos. Invaden.
La decoración es la ciudad.
El pavimento son los adoquines.
La luz son las farolas o el sol.

La casa mínima.
Lo bello del vacío.

He usado muebles estándar, tengo que ver hasta qué punto se pueden minimizar sus componentes, sin restar comodidad y utilidad, y hasta qué punto es legal una casa sin suelo. 
Todavía no veo necesario crear nada nuevo. No hay innovación.


Agradecimientos a Jorge Ballester Dolz.

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